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Tu voz se irá en algún momento de la memoria, tu imagen clara se irá escondiendo y hundiendo poco a poco entre los millares de imágenes que el cerebro almacena en un día. Día tras día poco sabré de tu recuerdo, recuerdo que logra integrar y desplazarme entre la esperanza y la desesperanza, entre la alegría y el desconcierto.

Así estuvo bien. Del otro lado te escuché y fue suficiente, en un principio la emoción resaltó y poco dejo hablar a la razón, después del torbellino de alas revoloteando en el lugar de la emoción y la digestión, logré entender lo que sucedió, entendí lo que hablé y lo que escuché, yo no fui, no fui yo, mi cerebro se apagó, me desconecté, sólo me enfoque a tu voz, no sé qué pasó cuando mis oídos reconocieron el sonido de las cuerdas bucales transmitidas al otro lado. Ondas sonoras que hipnotizaron mi herramienta para escuchar y entender y dieron rienda suelta al motor de la taquicardia. Mis piernas expresaron emoción y a mi rostro sereno lo poseyó la euforia.

Cuando salí del espasmo emocional logré entender, volví en mí, aterricé del vuelo quimérico que emprendí poco tiempo atrás cuando me alejé de ti aquél día. La realidad apareció en la escena, lo que fue se anunció y comprendí entonces. Un nuevo sentimiento apareció, el malestar, el enojo me envolvió y me sentí conspicuamente sin capacidades de producir materia gris y eso molestó más. Y por último la tristeza me invadió acompañada de la verdad y lo coherente. Fue lo mejor

Fue mejor sí , si escuchar lo que emana de ti provoca una revolución de sentimientos malestares que se abren a voz impidiendo que la táctica, la estrategia y el cálculo participen en la epopeya de expresarme y responder, no quiero saber más, me quiero y no quiero saber más de eso, no de ti, no de esos días que nunca existieron en verdad como yo lo sentí.

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