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Anoche o mejor dicho hoy muy temprano, desperté un poco desconcertada, bien “sacada de onda” como dicen por ahí, sentía opresión en el pecho y un sentimiento que no me pareció nuevo y al cual ya me voy acostumbrando, y que ahora que lo pienso no debería ser costumbre : miedo. Desde luego acababa de tener una pesadilla.

Entre el elenco de mi mal sueño se encontraban un taxista, tiras, asaltantes, malos amigos, el escenario he de suponer era una de las calles de la ciudad de México. La historia se resume en que yo me subía a un taxi – como regularmente lo hago- y minutos después unos tipos lo abordaban y no precisamente eran pasajeros ingenuos, al intuir que el objeto de su interés era yo y mis pertenencias, intentaba escapar del coche con el único propósito de salvar mi mochila que contenía mis objetos de más valía: mi reproductor... de música claro jaja, mi celular, mis libros y mi cámara; salía corriendo y los bandidos me seguían con cuchillo en mano, una patrulla circulaba por ahí e intentaba gritar pero no me escuchaban, de pronto un poli apareció por ahí, ingenuamente pensé que estaba salvada cuando de un momento a otro, en uno de esos cambios de escena raros de los sueños, yo ya era la perseguida y seguía pensando en mis cosas, que no me las quitaran, en una hazaña tipo película de acción gabacha por poco escapo al arresto pero un amigo chiva lo impidió. Resultado: yo en prisión ¿por qué? No sé.

Pensando e interpretando el sueño, pienso que lo sucedido en él no está muy alejado de la realidad, (bueno lo de la escena de acción gabacha sí) la angustia experimentada durante y después de la fase onírica me es familiar aún en la vigilia, existe miedo al andar. Tengo miedo. Y mientras más leo el periódico y escucho la radio, estoy más que segura que no soy la única.

Tengo miedo de andar sola en la calle ya muy tarde, cuándo abordo el transporte público, pues no vaya ser la de malas que atraquen el camión. Miedo cuando abordo un taxi, no vaya a pasar lo del sueño. Tengo miedo de los propios polis que nomàs se te acercan y ya es de conocimiento popular que lo que quieren es sacar varo para no llevarte a la “Dele”, dónde serán otros los que te extorsionaran. ¿Qué se puede esperar de ellos? De salir de vacaciones a provincia y no volver, de los monereguetosanjuderos de cada 28 del mes. Tengo miedo de no obtener un buen trabajo saliendo de la universidad, de la falta de empleo próspero. Miedo del piedra que te quiere talonear. Ya sea dentro o fuera del DF el miedo está latente, hace poco escribí en otro post que con la guerra antinarco sorteada en varios, si no es que en todos los estados de la república y el número de muertos registrados a diario en ellos, ya me sentía más segura en lo que en algún momento se le denominó la ciudad más insegura del mundo, y lo sigo pensando, pero sin lugar a dudas también se vive miedo en la ciudad. Y bueno por ahí se cuela hasta miedo de Tsunamis, terremotos y calentamientos globales.

Y es que no es paranoia, o quizás sí, pero cualquiera que no escapa a la realidad y la observa, es consciente de que la situación en nuestro país está cabrona y que la paranoia no es gratuita.

En estos momentos no existe un Estado de derecho que otorgue seguridad al ciudadano, ni un estado protector de los derechos humanos, en este país se vive huérfano de humanidad. El ejemplo más claro es que a este campo de estudio poco interés se le otorga, para los que estudiamos carreras humanísticas el futuro se vuelve ambiguo, incierto, pues no hay lugar para los humanistas que, a critica mía, poco a poco también se van deshumanizando al perderse en los humos de la intelectualidad.

En fin, entre miedos e incertidumbres debo reconocer, - y esto me cuesta trabajo pues soy una inconforme social, critica o criticona como se me quiera llamar de las acciones y del poco sentido común de algunos de mis compatriotas- que tiene su mérito salir a las calles a continuar sobrevivir pese a lo bien sabido de la situación, algunos evitan conocer más del asunto, otros la ignoran, otros tantos son indiferentes y se abocan a hacer varo pensando que solo así escaparan del malestar social, otros como yo se afligen, se enojan, se indignan, se preocupan e intentan continuar haciendo de la catarsis escrita un hábito informal.










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