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“Quinta Roo es tierra de oportunidades, quien llega aquí y no hace dinero es porque es un pendejo” me dijo Henry encargado de la marisquería en donde laboré por unos días en Playa del Carmen.

Mucha de la gente que vive ahí proviene de distintos lados de la República Mexicana y de otras partes del mundo, pues el turismo que existe es una propuesta prometedora para mejorar las condiciones económicas de muchos mexicanos tanto del centro como de cualquier punto del vasto territorio, así como también lo es para latinos, para ser mas especifica: Argentinos, pero bueno eso es otro tema del cual me quejaré en otra ocasión. También es el refugio caribeño de extranjeros europeos y gabachos. En fin algunos se quedan por temporadas, otros de plano no se mueven nunca más.

Uno camina por la quinta avenida, la calle principal y más concurrida de Playa del Carmen y los llamados “jaladores” (me refiero no al utensilio de limpieza, sino a individuos que intentan persuadir de entrar a un lugar o comprar un producto) de los restaurantes y bares te abordan como si fueras estrella de película y hasta uno se siente importante y aparte extranjero, pues te hablan en inglés. ¿Yo gabacha? ¿De dónde? Ni loca, mejor sería estar mal de mis facultades mentales que gabacha jaja. Boutiques, tiendas de ropa, joyas, souvenirs y cafecitos son la principal atracción de la calle, que por las noches se convierte en pasarela de todo tipo de formas femeninas, bronceados y tacones altos.

El glamour y la opulencia que se desborda en las calles aledañas a la playa no existe a lo largo y a lo ancho del resto del playa: pocas escuelas, cero museos, un cine, pero eso sí ,muchas iglesias cristianas abarrotadas los sábados cuyos cantos alegres y enjundiosas predicaciones al mero estilo del “niño predicador” se logran escuchar a pocas cuadras -a muy tempranas horas por cierto- . El esparcimiento y la recreación existen para los que tienen dinero que gastar en los baratisímos Xel-Ha y Xcaret . Playa del Carmen es un pueblo que emanó y surgió del turismo y vive de él y para él sin más objetivo que el de sobrevivir para algunos y para otros hacer dinero.

Por otra parte a este territorio priísta el asunto del ecoturismo poco le interesa, puesto que los terrenos se venden y se concesionan por muchos dólares en donde se construyen y se seguirán construyendo condominios de lujo. Y es que ni rastro queda de lo que en algún momento fueron grandes extensiones de manglares, el pueblo carece de áreas verdes el pavimento arde a eso de las 2 de la tarde sin más sombra quela de algunos árboles en medio de los pabellones.
En el mismo lugar donde Henry me contaba su hazaña de cómo de llegar sin nada ahora pretende ser un empresario, un ingeniero comía y bebía placenteramente, y mientras lo hacía me platicó rápido tras mi cuestionamiento acerca del ecoturismo, que ahí eso no le importaba nadie ni siquiera a la SEMARNAT . “ Hace tiempo, para un proyecto de construcción, en menos de 24 horas rellenamos todo un manglar, y eso se hizo con toda las autorizaciones necesarias del gobierno, en ese entonces, de Roman Quian” me dijo el ingeniero mientras terminaba sus mariscos . Desde luego a los firmantes a cambio les tocó su respectivo departamento en los condominios de lujo.

Pese a mi enojo y mi supuesto idealismo según el ingeniero, éstas situaciones junto muchas otras que observé durante mi estancia guardaron reposo en mi mente cuando estaba en la playa, ahí, frente al mar verdiazul del Caribe, se desvanecían por completo cualquier tipo de preocupaciones mientras avanzaba nadando entre la gama tonal que va del azul turqueza al verde agua hasta ser transparente en la orilla; el aire es tibio, la calma infinita, nada perturba tal parsimonia, el rayo de sol hace su magia dándole su candela a la piel. Un trago de laguer y la música del mar alivia n cualquier tristeza, refugio de estrés, alivio de tensiones. Al pisar la arena aquél paisaje es el espacio donde nada existe, sólo uno y la impresión de totalidad que da el mar, es una parte del mundo y tu, es el encuentro con las cosas buenas que el mundo tiene gratis, bueno, casi gratis.

Después de un mes tocó el retorno a lo que yo llamo la realidad, mi realidad. Al llegar a la ciudad parece que todo se recrudece, la economía inestable, el futuro incierto. Me invade una sensación de que las notas que leía allá del periódico se viven por minuto aquí, como si estuvieran más a la mano los defectos de nuestro país, aquí ¿En dónde está esa burbuja de paz y encuentro con lo natural? ¿A dónde va uno después de sufrir las negligencias del transporte? ¿A dónde va uno después de ver los desperdicios, el ruido, el tráfico, la corrupción y en estas épocas las inundaciones? No hay escapes, aquí no hay arena, ni mar, no hay paseos en la tarde por una playa solitaria, aquí nunca se está a solas, hasta en el rincón más alejado hay personas todo el tiempo, incluso la persona más solitaria en pocos momentos se encuentra sola en esta gran ciudad.

En fin, eh de confesar que pese a esto por otras cosas se extraña el DF estando lejos por las mil y una opciones que para cualquier cosa existen, incluso estando lejos tuve una sensación que ya había tenido antes en otros estados del país, pasa que con todo lo que se lee de la guerra contra el narco cuándo se escuchan esas cosas por la propia gente del lugar el distrito federal surge en el imaginario como un lugar seguro muy a pesar de que ha sido catalogada como una de las ciudades más inseguras y en donde puedo decir que en 24 años no he sido víctima de delincuencia. Contradictoria cosa ¿no?




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